El viaje fue un poco locura, todo hay que decirlo. No sé si fue porque llevaba equipaje como si me fuera a la guerra o porque tengo un serio problema con el inglés-francés- español. Cuando estoy en el extranjero puedo utilizar cualquiera de los tres idiomas en una frase, y porque no me sé más... Con el paso de los meses hablaré solo en un idioma. Sólo espero que no sea holandés (o dutch como lo llaman aquí), aunque realmente lo dudo mucho porque fácil no es...
Lo que iba diciendo, llegué a la estación de Charleroi (Bélgica) y fui a buscar un taxi, al menos lo intenté, porque los taxistas en este país tienen unas mafias muy rarunas entre ellos y no hay quien les entienda, te marean de un lado para otro. Así que después de darme unas cuantas vueltas al aeropuerto llamé al hotel y me mandaron un taxi. El taxista muy majo, quizás demasiado... creo que me di cuenta de que se pasaba de majo cuando me guiñó un ojo y se puso a mirar y coger mi colgante preguntándome qué eran las cosas que tenía en él.... vamos, intento de ligoteo belga... muuuy triste.
Al día siguiente llegué a Mechelen (ya os contaré en otra entrada cosas de esta preciosa ciudad). Y cada vez estoy más convencida de que la vida es un conjunto de casualidades. Me encontré en la estación con mi amiga Diana, que me ayudó a llevar las maletas a la residencia. Si no hubiera sido por ella todavía estaría en la estación con las maletas, no podía más!! Y sí, hoy me he levantado con unas agujetas de flipar, como si estuviera haciendo pesas, abdominales, flexiones y demás cosas, sin hacer yo nada de eso.
Tras descansar un poco fuimos a ver la ciudad y me impresionó mucho la Grote Markt, la plaza central de Mechelen, una maravilla. Ah! y hay un circo en la propia plaza. Ya os contaré que tal...